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Alberto Fernández y Cristina Kirchner cumplieron tres meses sin verse, y el Presidente insiste con su idea de gobernar sin ella

140 Apertura Sesiones Ordinarias en el Congreso de la Nacion, el 1 de Marzo de 2022, en Buenos Aires, Argentina - Foto: NA

Según publica Clarín Desde el 1 de marzo, solo cruzaron un breve saludo de Telegram para el nacimiento del hijo del Presidente. Trastienda de la incomunicación entre ambos.

Por: Federico Mayol

El 11 de abril, Alberto Fernández abrió su Telegram y le envió un mensaje de agradecimiento. Cristina Kirchner le había mandado al sanatorio Otamendi un ramo de flores y una tarjeta breve pero cordial por el nacimiento de su hijo que decía: “Felicidades para ambos y buenaventura para Francisco!”, una salutación que el Presidente consideró oportuno reconocer.

Esta vez, la ex Presidenta sí le respondió. Fue protocolar: “Era lo que correspondía”, le escribió, según reconstruyó este diario de altas fuentes oficiales. Fernández le contestó que en algún momento volverían a verse, y no hubo mucho más para decir.

Fue un solo gesto, el único, en tres meses de incomunicación entre ambos. La última vez que se vieron había sido en la apertura de sesiones ordinarias del 1 de marzo, en las escalinatas del Congreso. El Presidente intentó hablar con ella diez días después, tras el ataque a piedrazos contra su despacho, pero la Vicepresidenta nunca le contestó. Tampoco su secretario privado, Mariano Cabral. 

Hace algo más de 90 días que el jefe de Estado y la ex Presidenta no se reúnen, no hablan por teléfono y tampoco discuten temas de la gestión. Desde entonces, y luego de definieran rechazar públicamente el acuerdo con el Fondo Monetario, desde el kirchnerismo lanzaron una batería constante de reproches públicos al programa económico ideado por la Casa Rosada y el Ministerio de Economía, y ejecutado por Martín Guzmán, y Fernández decidió encerrarse entre sus incondicionales y gobernar sin ella. 

Solo se envían mensajes públicos: el Presidente, enfocado en la necesidad de mantener “la unidad”, y la ex Presidenta, en un reclamo persistente de la política económica, social y salarial del Gobierno.  

Según su entorno más cercano, Fernández prefiere, por ahora, seguir prescindiendo de Cristina Kirchner, azorada por la conducción con la que el Presidente lleva adelante el Gobierno. Dicen que el mandatario todavía está “muy enojado” por la soledad política con la que tuvo que salir a buscar el apoyo de la oposición para la sanción legislativa del acuerdo con el FMI.

Fue Máximo Kirchner el primero en exhibir el disconformismo del kirchnerismo con esa negociación cuando renunció a la jefatura del bloque del Frente de Todos en Diputados. Mientras se votaba en la Cámara baja, una lluvia de piedras rompió los ventanales del despacho del Senado de la ex Presidenta, y lo que sigue es historia conocida: los mensajes sin responder por parte de la vice, y una saga de críticas cruzadas de uno y otro lado.

En estos tres meses, Fernández amagó innumerables veces con echar del Gabinete a algunos de los funcionarios que se referencian en el kirchnerismo, mientras desde el kirchnerismo se advirtió repetidamente que nadie renunciaba. El único que lo hizo fue Roberto Feletti, 72 horas después de que Economía absorbiera la Secretaría de Comercio, para dejarle a Guzmán la responsabilidad exclusiva de la política de control de precios. En el Senado, y en La Cámpora, están convencidos de que está destinado al fracaso. 

Sin vínculo entre el Presidente y su vice, la gestión quedó atravesada por una letanía que, para muchos, se tornó insoportable. 

Colaboradores de Fernández resaltan que, a pesar de los pedidos constantes para que reavive su relación con Cristina Kirchner, él prefiere no hacerlo porque está seguro de que un café con ella “puede terminar peor” que ahora. 

“Alberto cree que van a discutir y que van a terminar mal”, resume un integrante de su mesa chica. Sergio Massa intentó mediar entre ellos. No tuvo éxito. Y se ocupó entonces de engrosar su propia agenda relacionada con alivios para la clase media. También Máximo Kirchner, focalizado en los sectores más postergados. 

En paralelo, el jefe de Estado desactivó una y otra vez las presiones para que avance en la “institucionalización” de una mesa de decisiones en el seno del Frente de Todos, el modelo que Jorge Capitanich le mostró el sábado en Chaco y que dejó de ser un pedido solitario del kirchnerismo: en los últimos tiempos fue reclamado por ministros que hasta hace un par de meses se consideraban albertistas de pura cepa como Gabriel Katopodis o Juan Zabaleta, que necesitan sobrevivir en el corazón el Gran Buenos Aires y que empezaron a explorar canales de comunicación subterráneos con los Kirchner con cada vez más vehemencia.

Dos meses atrás, esos mismos ministros, y otros colaboradores cercanos, se mostraban convencidos con la posibilidad de que el Presidente instrumentara un cambio de gabinete como una muestra de liderazgo interno. No lo hizo. Tampoco llamó a Cristina Kirchner. En algunas de las cenas que tuvo en estas semanas en Olivos, varios gobernadores del PJ le narraron al mandatario la experiencia, en algunos casos traumática, que tuvieron con sus antecesores. Fernández se limitó a escuchar. 

Hay, por estos días, un sinfín de trascendidos sobre supuestos cambios. No hay nadie que pronostique que, finalmente, vayan a ocurrir. 

Una semana antes de que se cruzara el último mensaje de Telegram, la ex Presidenta le envió a Olivos el libro de Juan Carlos Torre, “Diario una temporada en el quinto piso”.

Fue el 2 de abril, día del cumpleaños de Fernández. Cristina Kirchner avisó desde el Senado, mientras homenajeaba a los héroes de Malvinas, que le mandaba ese best-seller -sin dedicatoria- que describe, por dentro, las penurias del plan económico de Raúl Alfonsín después de acordar con el Fondo Monetario. El Presidente no quiso ni sacarlo de la bolsa. (Clarín)

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