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Diputados de Santa Cruz no abrieron la boca en 12 horas y actuaron como “gato chino”


13:30 Es necesario que el pueblo de Santa Cruz, los votantes de esta provincia, aquellos que seguramente han puesto esperanzados sus votos en las últimas elecciones, con la expectativa de renovar algunos nombres en la Cámara de Diputados, sepan que sus elegidos en las urnas, durante la sesión del Congreso donde se trató la Reforma Laboral, al cabo de 12 horas, ni siquiera abrieron la boca.

Oficialistas y opositores, diputados con rodaje y noveles legisladores que les tocó calentar la banca un día muy cargado de simbolismos, no sumaron ni una sola idea, una sola discusión; no hicieron un mínimo aporte, no marcaron posición, fueron simples marionetas necesarias para el quórum y se comportaron como el gato chino, ese fetiche de moda que solo mueve la manito incesantemente.

La observación, cabe la aclaración, la hizo atinadamente el diario Voces y Apuntes de Caleta Olivia y decidimos reflexionar al respecto. Porque la sesión del día lunes ponía en juego una serie de ideas políticas y se esperaba, como mínimo, la sustancia del discurso de cada uno. Que los representantes de Santa Cruz dieran (no omitieran) una opinión, independientemente del posicionamiento político y el grado de fundamentación que utilizaran. Pero nada de eso ocurrió.

Los que estaban en contra de la reforma no dijeron nada y los que estaban a favor, tampoco. Se conformaron con votar en los dos sentidos posibles y dejaron a sus votantes con las ganas de conocer qué piensan, cómo piensan y que habrían expresado en una coyuntura tan importante y vital, para una provincia donde hay un gran número de jubilados que sufrirán las consecuencias de la aplicabilidad de la nueva fórmula.

Para describir a nuestros legisladores digamos que “son buenos cacareando en el nido, pero son mudos cuando deben cacarear en el gallinero”, para plantear una metáfora del silencio inducido que padecieron los diputados santacruceños.

De parte del Frente para la Victoria, estuvieron Juan Vázquez y Máximo Kirchner. Ambos votaron en contra, obviamente, a pesar de que la gobernadora Alicia Kirchner dio el sí, ante Macri y Rogelio Frigerio.

Máximo, el mismo que quedaba disfónico el día viernes mientras empujaba junto con la militancia K y cantaba “vamos a volver”, ni siquiera abrió la boca para decir lo que le parecía la reforma que su tía firmó días antes. Solo se limitó a votar negativamente. ¿Le habrá dado vergüenza o tuvo temor que alguien le contestara?.

Juan Vázquez, quien demoró su juramento como diputado para no renunciar como intendente y de esa manera estar obligado a llamar a elecciones, previo a embarcar para Buenos Aires y hacer presencia en su flamante banca dijo desde las Heras “Hoy está en juego el destino de Santa Cruz y estoy convencido que gran parte del pueblo santacruceño puso su voto de confianza en mi persona porque está totalmente convencido y seguro que voy a defender al pueblo”. Ya en el recinto, no habló.

El axioma popular dice: “la mentira tiene patas cortas”, pues bien, la de Juan Vázquez fue tan corta que solo duró un par de horas para darnos cuenta que no hizo nada para cumplir, al menos, con su promesa elemental de marcar posición aún en desacuerdo.

Después vienen los diputados nacionales de “Cambiemos”. En este caso, el de mayor experiencia, Héctor Roquel, no dijo una palabra y uno podría pensar que el experimentado político esperaba las imposiciones de sus nuevos pares de bancada. Pues, no. Roxana Reyes, quien como diputada provincial fue la artífice de los mayores cuestionamientos al oficialismo local, eligió el silencio; Antonio Carambia siguió el mismo camino de sus pares y cumpliendo el cometido del gato chino, se limitó a levantar la mano para dar junto con sus correligionarios, el voto positivo, sin explicar, cuestionar o al menos fijar posición en nombre de sus votantes de esta provincia.

Todos ellos, sin excepción, seguramente en los próximos días o meses, estarán explicando a través de cartillas de prensa o en algunos medios de la provincia, un amplio desarrollo de los por qué y los cómo no plantearon su moción o desacuerdo en la sesión del Congreso; pero lo cierto es que, cuando tuvieron que hablar y ser la voz de sus representados, eligieron votar mudos y “sin chistar” lo que ya “venía cocinado” desde sus respectivos jefes de bloques. (Agencia OPI Santa Cruz)

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