A confesión de parte, relevo de pruebas

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12:20 – (Por Rubén Lasagno) – “A confesión de parte, relevo de pruebas”, es un axioma jurídico el cual significa que quien confiesa algo libera a la contraparte de tener que probarlo. En el caso de Alejandro Garzón (ATE) y por sus propios dichos, queda claramente establecido que el dirigente no es solo un admirador de Chávez y Maduro, lo cual podríamos discutir desde diversos enfoques, sino que, además, se ha transformado en un férreo militante kirchnerista, lo cual quedó fielmente expresado de su propia boca cuando, incentivado por el ámbito y la distancia, en Venezuela dijo “… por eso en octubre vamos a ganar las elecciones con Fernández-Fernández…” lo cual dejó plasmado en un video subido por él mismo a las redes sociales.

Personalmente no tengo nada en contra de Garzón, por quien siento un gran aprecio y como dijera en otra columna, me quedo con la vieja versión del luchador social y el dirigente sindical que fue tan importante en la construcción de ATE Santa Cruz, pero de cuya reconversión en el 2016 yo lo había advertido y a pesar de su negativa en tal sentido, las fotos sonrientes junto a Alicia Kirchner y aquellas mesas junto a Claudio Vidal, lo demostraban fácticamente y no dejaban dudas de su salto al oficialismo.

Es atendible que un dirigente gremial se oponga a una política como la de Mauricio Macri, a todas luces en contra de los más básicos principios que puede defender cualquier sindicato. Hasta allí es indiscutible el rol de un dirigente, como lo fue en los quince años anteriores contra el poder hegemónico kirchnerista quien con el enlace nación-provincia-municipio menejaba a su antojo a los trabajadores, fijaba  o negaba paritarias, abusaba del salario en negro, imponía condiciones indignas de trabajo y ninguneaba a los empleados públicos provinciales sin contar la criminalización de las protestas y la represión que imponía a los manifestantes, de lo cual Alejandro puede dar fe por haber sido uno de los blancos predilectos del kirchnerismo.

Ahora, de repudiar a Macri, a decir “en octubre vamos a ganar las elecciones con Fernández-Fernández”, es un paso declarativo muy importante que lo pone a Garzón en un lugar del cual ya nunca podrá volver. Y más lo desjerarquiza, cuando el propio dirigente lo negó enfáticamente cada vez que se lo marcamos, cuando lo evidente superaba a las palabras mismas.

Sin embargo, podíamos interrogarnos en este sentido sobre si ¿Está mal cambiar de ideas, cuando se supone que el hombre es un ser vivo, que evoluciona y el pensamiento como la dinámica de las ideas puede y debe adaptarse a los tiempos y a los contextos?; no, definitivamente no es criticable el cambio de las ideas en tanto éstas sean hacia delante, en busca de la superación de ellas y no del retroceso en lo conceptual y la pérdida de las convicciones. Porque cuando un político, un sindicalista o un periodista cae en esta trampa, donde los cambios tan radicales arrastran no solo sus convicciones y sus discursos preexistentes, sino hasta su moral, la cuestión deja de ser simplemente ideológica.

Podemos estar de acuerdo o en desacuerdo, respecto de políticas públicas, de cómo llevar la economía y hasta si se debe ser o no estatista, pero no se puede cambiar de idea sobre la corrupción, el autoritarismo el crimen de estado, porque es una cuestión profundamente moral y ética y ahí si un hombre se enfrenta con algo inamovible, innegociable e irrenunciable.

Precisamente a Alberto Fernández y a Sergio Massa, no se los juzga socialmente por saltar de un espacio político a otro; se los cuestiona fuertemente por haber cambiado la idea de moral. Ambos, despedazaron por años a los Kirchner y puntualmente a Cristina Fernández aludiendo a ellos como verdadero ladrones que pasaron por la función pública para enriquecerse y mediando el profundo conocimiento de ambos dirigentes y sobre los entremeses del poder después de años de funciones, le sacaron lustre a detalles desconocidos para la sociedad, de cómo los Kirchner manejaban a discreción ese poder, abusaban de él y se embarcaban en cuanto ilícito había y podían, para generar recursos propios y para la política.

Alberto Fernández fue quizás en más punzante a la hora de criticar la dualidad de CFK, su inmoralidad, los defectos de conducción, las políticas erradas que llevó adelante (como el Memorandum con Iran, el crimen de Nisman) durante sus dos mandatos y la forma en que se rodeó de colaboradores para aceitar la maquinaria de la corrupción.

Sergio Massa, no solo dijo todo eso sino que hizo mucho más. En el 2015 le abrió un rumbo a la polarización política y le partió el voto peronista, dejando a la viuda sin el poder. No obstante eso, fue el impulsor y ejecutor de denuncias públicas muy importantes y blandió la Ley de Extinción de dominio, para recuperar los bienes de la corrupción, poniendo en todo momento a la ex presidenta como el ícono de la década donde saquearon al país desde el gobierno K y hasta sufrió un ataque en su domicilio por un agente de Inteligencia naval que se supo, estaba conectado con el mundo K que tanto combatía el tigrense.

Cuando Sergio y Alberto saltaron el cerco y se encolumnaron con CFK, no se les criticó la alianza política, se les criticó – fundamentalmente – la voltereta moral que hicieron para acomodarse políticamente al lado de quien más votos genuinos concentraba para anteponerse a Macri. Es decir, todo es factible de ser modificado, lo que no se puede modificar de un momento a otro es la convicción moral de un individuo; si para mi hoy alguien es corrupto porque robó desde el poder, lo seguirá siendo mañana y dentro de un año o dentro de 20 años más. Cuando este pensamiento cambia, en realidad lo que cambia dentro nuestro no es de orden ideológico sino estrictamente moral.

Haciendo una analogía, en el caso de Alejandro Garzón me parece criticable del dirigente, no que haya cambiado su pensamiento político, sino que haya cambiado sus convicciones morales y éticas ante los inmorables contra los cuales él luchó durante más de una década.

En mi concepción de lo que debe ser un dirigente sindical o un periodista, no tiene cabida la militancia, sencillamente porque uno u otro se ofrecen ya sea a sus afiliados o a su audiencia como referentes de un pensamiento tan heterogéneo como lo pueden ser sus propias bases y esa heterogeneidad les exige al dirigente sindical y al periodista, cierta equidistancia de los poderes constituidos, aún cuando ello no implica que cada uno pueda guardar en su corazón algún tipo de preferencia partidaria o ideológica. Pero el fin superior debe ser el lugar que ocupa ya sea como dirigente o comunicador y básicamente no se puede concebir ambas funciones si no es con una visión contra-poder.

Así como el “periodismo militante” no es periodismo sino propaganda política, el sindicalismo oficialista no es sindicalismo porque carece de libertad para ejercer el reclamo. En ambos casos los condicionamientos desde el poder, atentan contra los fundamentos de uno y otro sector. Y si alguna duda quedaba, nuestra nota del 30 de agosto con la publicación de un audio del paritario de ATE José Navarro, convalida cada una de las palabras expresadas aquí.

Es en este marco en el que ejercemos nuestra crítica. No porque sea puntualmente Garzón el aludido, pues en Santa Cruz son muchos los gremialistas que llegaron para obedecer a la gobernadora, sino (y precisamente) porque en el dirigente de ATE se hace mucho más evidente dado que fue por más de una década la piedra en el zapato del poder kirchnerista en la provincia. Haberse transformado hoy en un aliado, al punto de hacer empatía con Fernández-Fernández, no se puede explicar simplemente diciendo que lo hace para repudiar a Mauricio Macri. Es simplificar demasiado un argumento que tiene otra base, la cual no sabemos si tiene algún origen en la conveniencia personal del dirigente o es una decisión institucional de ATE por dejar de ser lo que siempre fue en Santa Cruz y perder todo el terreno ganado en las luchas gremiales, por algún interés que aún no podemos determinar quienes analizamos este tipo de comportamientos. (Agencia OPI Santa Cruz)

2 COMENTARIOS

  1. POBRE SANTA CRUZ, LA QUIEREN CONVERTIR EN UN REDUCTO BOLIVARIANO COMO A VENEZUELA, BUENO, CREO QUE NO ESTÁ LEJOS, SOLO FALTA LA REPRESIÓN Y ALGUNOS DIFUNTOS MAS Y YA ESTAMOS. SEÑORES ESTAMOS EN EL HORNO SI GANAN LAS PRESIDENCIALES LOS KK, MAS AL FONDO DEL POZO NO SE VA A PODER LLEGAR.

  2. ni hablar de ycrt van a seguir sin trabajar sin producir y cobrar de arriba lleno de punteros esto se va lindo para los vagos que no les gusta trabajar

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