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En su arresto domiciliario, Lázaro Báez busca explicaciones y culpables para el fin de su imperio

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Lázaro Báez en Río Gallegos - Foto: OPI Santa Cruz/Francisco Muñoz
Lázaro Báez en Río Gallegos - Foto: OPI Santa Cruz/Francisco Muñoz

Según publica Clarín En una casa del gran Buenos Aires hace tres meses, estudia los movimientos financieros de su entorno mientras estuvo en prisión. Y sólo llama a una de sus hijas.

Por: Lucía Salinas

Los primeros días le costó dormir. Mal que le pese se había acostumbrado al reducido espacio de su celda de 3,50 por 2,50 metros y a la extrema soledad. Ahora tenía un amplio dormitorio y una cama notoriamente más cómoda, pero así y todo Lázaro Báez no podía dormir. Lograrlo fue la primera de sus adaptaciones al dejar la cárcel después de cuatro años y medio. No está libre, es monitoreado con una tobillera electrónica. A tres meses de su arresto domiciliario en una dirección reservada, sus llamados telefónicos a Santa Cruz son para hablar con una sola persona, su novia lo visita y permanece algunos días con él. Sigue intentando comprender cómo su imperio se vino abajo.

Sobre la mesa de la casa que le prestaron, pese a ser dueño de 1.420 propiedades en ocho provincias diferentes, Báez acumuló papeles, expedientes, fotocopias. Desde que inició su arresto domiciliario, le solicitó a sus abogados que le proporcionen toda la información necesaria: inició una suerte de trazabilidad de números, porque hay cosas que no le cierran. Quiere saber cómo se administraron algunos inmuebles, adónde fue el dinero, quién lo manejó, y si todo lo que le dijeron mientras él estaba en prisión efectivamente es como le contaron.

La justicia tiene respuestas para eso: unas cinco personas, entre abogados y apoderados que él mismo autorizó, manejan un promedio de 2 millones de pesos mensuales en concepto de alquileres, que nadie logra dilucidar aún adónde van a parar. La ex esposa de Báez, Norma Calismonte, ya lo denunció. Pero tiempo atrás, en Comodoro Py ya se había determinado que una anterior novia del empresario K, Marta Liliana Costa, le llevaba cheques a la cárcel, que él endosaba y así, cobraba más de 500.000 pesos por mes en concepto de arriendo de departamentos. Tampoco se sabe el destino de esos fondos.

Para ese trabajo, Lázaro pidió una computadora que le llevó uno de sus abogados. Ordenar los números no es fácil: a la justicia le llevó meses determinar que era dueño de un imperio de casas, departamentos, terrenos, campos, chacras, sedes comerciales, galpones, autos de colección, un gran parque automotor, un hotel, aviones y un club deportivo. A todo eso se le atribuyó un valor de 205 millones de dólares y se determinó que fue producto de maniobras de lavado de dinero.

Al ex socio comercial de Cristina Kirchner, le pesa que su empresa Austral Construcciones ya no exista. En junio de 2018 se decretó su quiebra y comenzó el remate de todos sus bienes para pagarle a los acreedores. Pero vio una luz de esperanza gracias a Alberto Fernández, ya que la moratoria fiscal que el Presidente envió al Congreso le permite a su firma inactiva, quebrada, ingresar en un plan de facilidad de pagos y así poder salvarla. Ya lo solicitó, y está a la espera de lo que diga la justicia comercial y la AFIP.

Es su actual novia la que le lleva a Lázaro comida y comparte algunos días con él junto a sus niños pequeños, algo a lo que ya se había desacostumbrado el empresario patagónico, cuyos herederos ya son todos adultos. Al principio, había solicitado que nadie se quede con él en esa propiedad. Seguía eligiendo la extrema soledad.

Con el correr de los meses, su novia fue permaneciendo un poco más allí, donde el amigo de Néstor Kirchner es monitoreado de forma permanente a través de una tobillera electrónica, un sistema que controla el Ministerio de Justicia. Pero además, el Tribunal Oral Federal 4 (TOF 4), ordenó que en esa vivienda haya una custodia permanente. Báez “convive” las 24 horas con policías que se van rotando.

A 3.000 kilómetros de su tierra por adopción, el ex socio comercial de Cristina Kirchner añora pisar suelo santacruceño. Desde que dejó el Penal de Ezeiza, no logró componer la implosión de su núcleo familiar. A la fecha, sus llamados telefónicos a Santa Cruz son mayoritariamente dirigidos a una sola persona: su hija mayor, Luciana, procesada por lavado de dinero como el resto de sus herederos. El último tiempo ya no se comunicó con su ex esposa, quien pese a todo hasta julio de 2019 viajó mes a mes para visitarlo en la cárcel. El quiebre fue definitivo y las únicas novedades que ella recibe son por intermedio del abogado de Báez, cuando esporádicamente llama a Río Gallegos con una reiterada frase: “está bien”.

Otro frente desatendido por el contratista K es su salud: en Ezeiza debía realizarse controles permanentes por su asma, diabetes y un cuadro coronario. Sin embargo, desde que cumple el arresto domiciliario no solicitó ni una sola vez dejar el lugar para realizarse estudios médicos.

Báez, el empresario más importante que tuvo el rubro de la construcción en el sur desde 2003 a 2015, no está en la cárcel pero siente que continúa preso. Así como su imperio millonario, su familia también se desmoronó año tras año. Mientras él cumple un arresto domiciliario, al lado de su antigua celda en Ezeiza aún permanece el mayor de sus hijos varones, Martín.

La próxima fecha clave  en su calendario es el 10 de febrero, cuando junto a sus cuatro hijos escuchará la sentencia en la causa de la Ruta del Dinero K, que lo llevó a prisión y que se convirtió en el inicio del declive de su poder. (Clarín)

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