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Elecciones en Brasil: frente a los peores fantasmas, el país esquiva un caos político

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Festejos en Brasil por el triunfo de Lula da Silva - Foto: NA
Jair Bolsonaro presidente de Brasil - Foto: NA

Según publica Clarín No se cumplieron los temores sobre una posible rebelión contra la victoria de Lula da Silva, alentada por Jair Bolsonaro. Lo que vendrá.

Por: Diane Jeantet y Joshua Goodman

En el período previo a las elecciones presidenciales de Brasil, muchos temían que un resultado apretado sería impugnado y significaría una sentencia de muerte para la democracia más grande de América Latina.

Sin embargo, hasta ahora se evitó que se concretaran los peores temores, pese a una victoria del ex presidente de centroizquierda Luiz Inácio Lula da Silva sobre el actual mandatario de derecha Jair Bolsonaro y a las persistentes protestas de algunos simpatizantes de Bolsonaro en todo el país.

Los aliados del presidente reconocieron rápidamente la victoria de Lula, las fuerzas armadas se quedaron en sus cuarteles y los gobernantes de otros países ofrecieron su apoyo al líder del Partido de los Trabajadores. Así, cortaron de tajo la idea de cualquier cosa que se pareciera a la insurrección del 6 de enero de 2021 en el Capitolio de Estados Unidos, uno de los grandes fantasmas que recorrían Brasil en estos días.

“Todas las válvulas de escape de Bolsonaro fueron cerradas”, comentó Brian Winter, experto en Brasil y presidente del Consejo de las Américas, con sede en Nueva York. “Se le previno desde todos los frentes que no impugnara los resultados y quemara la casa al salir”.

Aunque Bolsonaro se negó a felicitar a Lula, en general las instituciones del país parecen haber resistido.

Bolsonaro emitió un mensaje por video el miércoles en el que pidió el fin de las protestas de sus simpatizantes. “Sé que están molestos. Estoy tan triste y molesto como ustedes. Pero tenemos que mantener la cabeza fría”, señaló. “El cierre de rutas en Brasil pone en peligro el derecho de las personas a ir y venir”, agregó.

Los desafíos de Lula da Silva

Eso deja un reto aún más preocupante: cómo hará Lula, un ex líder sindical de 77 años, que vuelve al puesto que dejó en 2010, luego de dos mandatos, para unir a un país profundamente dividido, enderezar una economía tambaleante y cumplir las enormes expectativas desatadas por su regreso.

Una cosa está clara: si alguien puede hacerlo, es el carismático Lula, cuyas habilidades políticas son admiradas incluso por sus detractores.

“Eso es lo que necesitamos, alguien que no sólo pueda abordar la desigualdad, sino también inspirar nuestras emociones e ideas, señaló Marcelo Neri, director del centro de políticas sociales de la Fundación Getulio Vargas y ex ministro de Asuntos Estratégicos durante el gobierno de Dilma Rousseff.

De muchas formas, el movimiento conservador que Bolsonaro ayudó a encender -y también el mismo- salió fortalecido tras los comicios, señaló Winter. Sus aliados fueron elegidos gobernadores en varios estados clave, y el Partido Liberal, al que pertenece, consiguió la mayoría en el Congreso, lo que reduce la capacidad de Lula para impulsar su agenda después de un bache económico de una década que ha dejado a millones de brasileños más hambrientos que cuando Lula dejó el cargo en 2010.

Política y religión

Además, la demografía de Brasil parece favorecer la agresiva política de identidad de Bolsonaro -que incluye una agenda contra la comunidad LGBTQ y hostilidad hacia los ambientalistas-, con la que se ha ganado el apodo de “Trump del trópico”.

El propio instituto de estadísticas del país prevé que el número de brasileños que se identifican como cristianos evangélicos -que según las encuestas preelectorales favorecen mayoritariamente a Bolsonaro y se inclinan hacia la derecha- superará a los católicos en una década.

Miles de partidarios de Bolsonaro se congregaron el miércoles en un cuartel regional del ejército en Río, exigiendo que los militares intervengan y lo mantengan en el poder.

Otros se presentaron en instalaciones militares de San Pablo, Santa Catarina y en la capital Brasilia. Mientras tanto, los camioneros mantenían unos 150 bloqueos de carreteras en todo el país para protestar por la derrota de Bolsonaro, a pesar de las órdenes del Supremo Tribunal Federal a las fuerzas del orden para que los desmantelaran.

En uno de los bloqueos de los camioneros en el interior del estado de San Pablo, un automóvil embistió a una multitud y dejó varios heridos, incluidos niños y agentes de la policía.

Desde que la democracia fue reinstaurada en el país tras la dictadura militar (1964-1985), todos los gobernantes brasileños se han guiado, en mayor o menor medida, por una creencia común en las empresas fuertes dirigidas por el Estado, impuestos altos y políticas enérgicas de redistribución de la riqueza.

En un principio Bolsonaro trató de tener un gobierno más austero y amigable con las empresas, hasta que la devastación social causada por la pandemia de Covid-19 y el hundimiento de sus posibilidades de reelección lo llevaron a relajar el control del gasto público y a emular las políticas que solía criticar.

Incógnitas

La forma en que Lula gobernará está menos clara. Conquistó una victoria cerrada con una ventaja de apenas 2 millones de votos luego de formar una amplia coalición unida básicamente por un deseo de derrotar a Bolsonaro.

Y, debido a las promesas de dejar en vigor un generoso programa de asistencia social hasta 2023, tendrá un margen fiscal limitado para gastar en otras prioridades.

Su compañero de fórmula que pertenece a otro partido, el ex gobernador de San Pablo Geraldo Alckmin, fue elegido para enviar una señal favorable sobre las políticas centristas y fiscalmente conservadoras que hicieron de Lula un personaje apreciado en Wall Street durante sus primeros años en el cargo. Esta semana, Lula anunció que el vicepresidente electo dirigirá su equipo de transición.

Sin embargo, en el escenario de la victoria el domingo por la noche también estaban con él varios incondicionales de la izquierda que se vieron implicados en una serie de escándalos de corrupción que han agobiado al Partido de los Trabajadores de Lula, y allanaron el camino para el ascenso de Bolsonaro.

Aunque los partidarios de Lula restaron importancia a los problemas de corrupción -el Supremo Tribunal Federal anuló las condenas que lo mantuvieron tras las rejas durante casi dos años-, para muchos brasileños es un símbolo de la cultura de corrupción que ha impregnado la política durante mucho tiempo. Por ello, es probable que se le exija un mayor nivel ético en un país donde casi todos los gobiernos han sido acusados de comprar votos en el Congreso.

“Esto no fue sólo un sueño febril de sus adversarios”, dijo Winter sobre las acusaciones de corrupción que agobiaron durante mucho tiempo al PT.

El frente internacional

La victoria de Lula coincide con una serie de victorias de la centroizquierda en Sudamérica, entre ellas las de Chile y Colombia, cuyos mandatarios admiran al mandatario brasileño electo.

Durante su primer período en la presidencia de Brasil, Lula encabezó una así llamada “marea rosa” que promovió la integración regional, rivalizó con el dominio de Estados Unidos y puso los derechos de las minorías ignoradas y de los grupos indígenas en el centro de la agenda política.

Durante la presidencia de Bolsonaro, Brasil se alejó en gran medida de ese papel de liderazgo, incluso si el gran tamaño de su economía significa que un retorno al grupo de países más influyentes nunca está lejos.

Scott Hamilton, un ex diplomático estadounidense, dijo que Lula tendrá que tomar una decisión difícil sobre si utiliza la considerable influencia de Brasil para implementar una política exterior ambiciosa con el fin de hacer frente a problemas arraigados, o simplemente usa su poder de estrella en el escenario mundial para apuntalar el apoyo en casa.

“Regodearse en no ser Bolsonaro le dará mucha atención positiva por sí solo”, dijo Hamilton, cuyo último cargo, hasta abril, fue el de cónsul general en Río.

“El camino más ambicioso implicaría tratar de ayudar a resolver algunas de las cuestiones políticas más difíciles en las que los gobiernos democráticos de la región están en problemas o se han extinguido”, concluyó. (Clarín)

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