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Una pelea voto a voto por el control del Congreso mantiene en vilo a Estados Unidos

Elecciones en Estados Unidos - Foto: NA

Según publica La Nación El Partido Republicano se encaminaba a recuperar la Cámara baja del Congreso, pero sin conseguir una victoria arrasadora, y el control Senado estaba en suspenso, a la espera del cierre del escrutinio.

Por: Rafael Mathus Ruiz

Al final, no hubo “ola roja”. En una de las elecciones legislativas más reñidas de las últimas décadas en Estados Unidos, el Partido Republicano se encaminaba a recuperar la Cámara de Representantes del Congreso, pero sin conseguir una victoria arrasadora sobre el Partido Demócrata, y el equilibrio final del poder en el Senado quedaba en suspenso, a la espera del resultado definitivo en los comicios más ajustados del país.

Dividido, y envuelto en una fuerte crispación política, Estados Unidos sigue minuto a minuto el cierre de un tenso escrutinio luego de unas elecciones de medio término en las que se definía el control del Congreso y el rumbo del país, pero también se comenzaba a trazar el camino hacia la próxima disputa por la Casa Blanca, en 2024, que promete consumir al país durante los próximos dos años.

Casi 46 millones de estadounidenses votaron de manera anticipada antes de que abrieran todas las estaciones para sufragar en todo el país, más que en la elección legislativa de 2018, según cifras de US Elections Project, y las imágenes de largas colas en varios rincones del país, incluso en algunos casos hasta minutos antes de que cerrara la votación, apuntaban a una participación elevada en una elección que el presidente Joe Biden definió como “la más importante de nuestras vidas”.

Los demócratas, alarmados por la omnipresencia de Donald Trump en la campaña y el giro conservador de la Corte Suprema, que revocó la protección constitucional al derecho al aborto, buscaban retener el control del Congreso, pero se enfrentaban a una marcada cuesta arriba por el deterioro de la economía y la inflación más alta de las últimas cuatro décadas. Más energizados, los republicanos fueron en busca de una “ola roja” que brindara un contundente rechazo a la gestión de Biden, y les permitiera recuperar la Cámara de Representantes y el Senado, además de alzarse con un puñado de gobernaciones en estados claves para las elecciones presidenciales.

Pero con el correr de las horas el sueño del Partido Republicano de una “ola roja” que le asestara una dura derrota al oficialismo y brindara un claro mandato del electorado en contra de la gestión de Biden comenzó a esfumarse. Aliviados, Biden y los demócratas terminaron celebrando con un puño cerrado una derrota ajustada, aun cuando todo indica que perderán poder.

“Nunca subestimen cuánto se subestima al equipo Biden”, tuiteó este miércoles por la mañana el jefe de Gabinete de Biden, Ron Klain, en una muestra del clima de júbilo en el que amaneció la Casa Blanca.

“Definitivamente esto no es una ola republicana, eso es seguro”, reconoció en una entrevista con la cadena NBC el senador republicano, Lindsey Graham, uno de los referentes de la oposición en el Capitolio, quien, de todos modos, se mostró confiado en que la oposición terminará quedándose con el Senado al final del escrutinio.

Los republicanos confiaban en que el deterioro de la economía, la mayor inflación de los últimos 40 años y la baja popularidad de Biden les darían el impulso necesario para conseguir un triunfo histórico. Biden y los demócratas ofrecieron un mensaje errático durante la campaña, enfocado, primero, en la lucha por la legalización del aborto, y luego en las advertencias por la salud de la democracia ante la presencia de una nueva camada de candidatos “negacionistas” impulsados por Trump que desparramaron críticas al sistema electoral y pusieron en duda el triunfo de Biden hace dos años. El avance de esos candidatos ultratrumpistas terminaron dañando a los republicanos en algunas carreras claves.

“Hoy nos enfrentamos a un punto de inflexión, uno de esos momentos que se dan cada tres o cuatro generaciones”, había dicho Biden, el lunes por la noche, en su último acto de campaña, en Maryland, un estado favorable para los demócratas. “Sabemos en nuestros huesos que nuestra democracia está en riesgo, y sabemos que este es tu momento para defenderla, preservarla o protegerla, elegirla”, remarcó.

En New Hampshire, en una de las contiendas más decisivas para el control del Senado, la demócrata Maggie Hassan terminó imponiéndose a Don Bolduc, un candidato que diseminó teorías conspirativas sobre el triunfo de Biden y las vacunas contra el coronavirus. Algo similar ocurrió en Arizona, donde el senador demócrata Mark Kelly logró retener su banca ante el republicano Blake Masters, quien dijo abiertamente que creía que Trump ganó en 2020. Al menos 14 candidatos republicanos “negacionistas” para una banca en la Cámara de Representantes perdieron, y al menos otros 20 se encaminaban a ser derrotados, según un conteo del Washington Post.

Con triunfos en la pelea por el Senado en New Hampshire, Arizona y Pensilvania, el control del Senado dependía del desenlace en Nevada y Georgia. La elección a senador en Georgia, que puede definir el control del Senado, se encaminaba a una segunda vuelta: ninguno de los candidatos lograba superar el 50 por ciento de los votos.

La elección sí dejó un gran ganador: el gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien arrasó, logró su reelección, y quedó muy bien posicionado para disputarle el liderazgo del Partido Republicano y la nominación presidencial a Donald Trump para 2024.

La tensión que caracterizó a la campaña prometía continuar durante el escrutinio. Tal como ocurrió en 2020, el recuento de todos los votos en todo el país podía demandar más tiempo del habitual, advirtieron expertos, figuras políticas y la Casa Blanca, una demora que prometía alimentar el debate sobre la integridad y la seguridad de los comicios, y las denuncias infundadas y las teorías conspirativas sobre fraudes masivos que han proliferado desde el Partido Republicano bajo el liderazgo de Trump. En Estados Unidos, el sistema electoral está descentralizado. Cada estado regula sus elecciones, y el gobierno federal no anuncia el resultado, como ocurre en otras naciones. Ante esa realidad, los medios proyectan ganadores antes de que concluya el escrutinio.

Una ola de reclamos y demandas podía forzar recuentos o disputas judiciales que alarguen la definición en las contiendas más reñidas. A eso se suma la tardanza para contar los votos por correo, que ganaron popularidad con la pandemia del coronavirus. Treinta y nueve estados prohíben que los votos por correo se cuenten antes del día de la elección, y 16 solo permiten que se computen después de que cierran las casillas de votación, según la Conferencia de Legislaturas. (La Nación)

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