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Báez Sosa y Lucio Dupuy, dos casos paradigmáticos atraviesan emocionalmente a la sociedad que espera justicia ejemplar

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La muerte del joven Fernando Báez Sosa - Foto: NA

(Por: Rubén Lasagno) – Pasado el mediodía de hoy conoceremos el fallo del Tribunal Nº 1 de Dolores que juzga a los 8 rugbiers, por el asesinato demencial del joven Fernando Báez Sosa. 

Máximo Thomsen (23), Enzo Comelli (22), Matías Benicelli (23), Blas Cinalli (21), Ayrton Viollaz (23) y Luciano (21), Ciro (22) y Lucas Pertossi, involucrados en el crimen, recibirán la sentencia, cuestión que concita la atención pública en todo el país.

Los ocho rugbiers acusados de asesinar a Fernando Báez Sosa - Foto: NA

Y el día 13 de este mes, los jueces expondrán sus fundamentos sobre las dos mujeres asesinas que torturaron, abusaron y mataron a Lucio Dupuy en La Pampa, un niño de apenas 5 años, crimen por el cual Magdalena Espósito Valenti y su pareja, Abigail Páez son culpables e irán a prisión perpetua.

La primera mujer fue condenada por “homicidio triplemente calificado por el ensañamiento, por la alevosía y por el vínculo” y la segunda por “homicidio calificado por ensañamiento y alevosía y por abuso sexual gravemente ultrajante” de Lucio. Dos basuras, un inocente y un crimen aberrante, fuera de toda concepción de la lógica humana.

Así abre la semana de enero y ambos casos atraviesan emocionalmente al pueblo argentino. En el primero  por la magnitud del crimen, la cobardía de sus autores y el dolor inconmensurable de una vida cortada en plena juventud, casi como una metáfora de lo que somos actualmente como sociedad, en un país desquiciado, donde la clase política y la justicia no encuentran el camino de la coherencia y la mesura. Y todos esperamos una justicia ejemplificadora, sobre cada uno de los culpables y responsables del cobarde crimen.

El segundo caso, aberrante conceptualmente e incomparable desde los metodológico con el primero, escarba en lo más profundo de la oscuridad del ser humano y saca en la mayoría de nosotros, lo peor y el más aterrador deseo de venganza, que no es precisamente justicia. Y esto ocurre, precisamente, porque estamos en un país donde la justicia está ausente en la mayoría de los casos y gran parte de los autores de delitos, desde económicos hasta magnicidios, siguen caminando entre nosotros con desparpajo y protección política o judicial.

Hartos de estar hartos la sociedad, entonces, exige condenas duras y ejemplaridad. Las condenas suenan a poco en voz de los jueces, cuando ante tal magnitud de crímenes, se argumentan atenuantes pornográficos, morbosos e increíbles, para justificar estos horrores que no se pueden concebir ni permitir en una sociedad del Siglo XXI.

Entonces, esta semana, los argentinos esperamos dos hechos que pueden tranquilizar nuestras conciencias o enervar nuestra maltratada existencia. La sentencia a los 8 asesinos y cobardes que deberá ser un ejemplo para otros grupos de patoteros que asolan las ciudades creyéndose dueños de la vida de los demás y conocer los fundamentos de cada magistrado, en el caso de las dos mujeres gay que asesinaron a un pequeño niño en La Pampa.

Pero luego de eso, la sociedad espera mucho más de la justicia. Espera que se disponga romper con los lazos que unen, por un lado a los 8 asesinos de Báez Sosa y por otro lado con las dos homicidas de Lucio.

Esto significa que sean separados y distribuidos en cárceles comunes y distintas, cada integrante del clan asesino de los rugbiers y que ambas mujeres sean alojadas por separado cumpliendo la condena que les corresponde y mientras se sustancian las apelaciones que establece el proceso judicial.

Si acaso, los 8 rugbiers siguen juntos y aislados de la población carcelaria, es que los jueces imparten justicia a media. Estarán solventando el deseo de los homicidas y sus familias, de protegerse en comunidad, de la misma manera que en comunidad mataron a un joven indefenso pateándolo en el piso.

Sería darles un beneficio inmerecido, por cuanto seguirá armada la patota, la omertá permanecerá intacta y el apoyo común entre ellos procederá como un alivio a sus condenas y la justicia no habrá podido o querido romper ese vínculo que los llevó a creer que la vida de ellos es más importante que la de Fernando.

Y en el caso de la dos mujeres asesinas, se replica la necesidad de que los jueces las alojen por separadas en cárceles comunes. La que se autopercibe varón, de acuerdo a la información dada por medios de La Pampa, habría solicitado someterse a un tratamiento hormonal, obviamente con cargo al Estado. La otra petición de sus abogados es permanecer juntas (como hasta ahora) en una cárcel VIP, separada del resto de la población carcelaria, haciendo vida matrimonial y con las comodidades de las cuales gozan actualmente: cuarto, televisor, teléfono y demás increíbles beneficios.

Si todo lo que aquí advertimos, no ocurre y los 8 rugbiers siguen encarcelados juntos y separados del resto de los condenados y las dos lacras que mataron al niño, juntas haciendo vida en pareja, no habrá habido condena, sino, un salvoconducto social para estos homicidas.

La sociedad espera justicia y esto implica situación igualitaria para todo condenado por un homicidio tan aberrante como los que llora hoy el pueblo argentino. 

Cualquier cosa que se haga de parte de los jueces para beneficiar a estos criminales y ponerlos a resguardo del cumplimiento verdadero de su condena o procedan a concederles comodidad y resguardo o al acortamiento de su pena, será responsabilidad de ellos y deberán enfrentar el escarnio público, que seguramente no tardará en llegar, teniendo en cuenta la poca permeabilidad que tenemos los argentinos, cada vez que experimentamos la impunidad en carne propia y a la vista de todo el país y el mundo. (Agencia OPI Santa Cruz)

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