El largo entuerto por la ilegalidad de los hijos de la dueña del diario Clarín, sobre la cual Néstor Kirchner y sus continuadores han edificado parte del poder ideológico que reparten en todos sus discursos, parece llegar a su fin, no sin antes aportar un recodo más, al intrincado camino hacia la verdad que no se revela tan rápida ni claramente.
La sorpresiva ofensiva de los Noble a someterse al ADN, inclusive pidiendo que se compatibilice con todas las familias de los desaparecidos, “paró de manos al kirchnerismo” y sembró una duda existencial en la presidenta, que se ve empujada por una cruzada que inició su esposo y sobre la cual sustentó parte de su política de “derechos humanos”, tratando de vencer al gigante mediático, pegándole en su matadura. ¿Y ahora qué pasa?. Puede ser que sea una jugarreta de los Noble, al buscar una salida “noble” a lo irremediable, peor también podría ser que “el grupo” se haya guardado para esta oportunidad, a escasos días antes del lanzamiento de la campaña política, la estocada final para la cual vino afiliando el estilete durante estos último dos últimos años.
Si revelado el ADN de los hijos de Noble, éstos no resultan ser hijos de desaparecidos de la última dictadura argentina, a Cristina Fernández le habrán asestado y duro golpe, que combinado con el schoklender-gate, una vergüenza descomunal para su discurso progresista, pondrán a la maquinaria K en caída libre de cara al mes de octubre.
“Algo de esto hay en la indecisión de la presidenta”, sugieren algunos sectores del gobierno; pero ya no les da el tiempo. Los Noble han medido meticulosamente los tiempos y la guerra parece que se va a definir en la gran batalla que se dará en un laboratorio, de donde surgirá quién tuvo razón todo este tiempo. Lo único cierto es que nadie saldrá indemne de este combate sin cuartel iniciado por Néstor cuando dejó de hacer negocios con el Grupo Clarín y ex amigo Magnetto.
La cruz invertida de CFK
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