11:00 Luego de ser criticado por su indiferencia hacia la crisis tras el paso del huracán María, anunció que visitará la isla el martes próximo; el presidente continuó con su disputa con la Liga de Fútbol Americano
Por: Rafael Mathus Ruiz
Puerto Rico vivía una crisis humanitaria. Trumpcare, el denostado proyecto de reforma del sistema de salud republicano, moría en el Senado. Al menos seis asesores de su gobierno, incluidos su hija Ivanka Trump y su yerno Jared Kushner, aparecían enredados en un nuevo escándalo. En Alabama, un candidato a quien respaldó, se encaminaba a una derrota. Con todos estos frentes, Donald Trump decidió empezar su día con otra pelea: atizó su guerra cultural por la bandera y el himno.
La ofensiva duró poco. A medida que las críticas por la indiferencia presidencial hacia Puerto Rico se intensificaban, la Casa Blanca buscó recuperar la iniciativa: Trump abordó la crisis, anunció que viajará al estado libre asociado y a las islas Vírgenes norteamericanas la semana próxima, al tiempo que su equipo cambió su agenda y armó a último momento una “sesión informativa sobre los esfuerzos de recuperación de los huracanes”.
Trump, que recibió ayer al presidente español, Mariano Rajoy, dijo que habían trabajado “muy, muy duro” para proveer ayuda, pero que, a diferencia de Texas, azotada por Harvey, y Florida, golpeada por Irma, la asistencia a Puerto Rico, que sufrió una devastación mucho más grave, era más difícil porque se trataba de una isla.
“Es muy difícil porque es una isla”, justificó Trump, ayer, al anunciar su viaje para el martes próximo y hablar de los esfuerzos por proveer ayuda. “La diferencia es que se trata de una isla situada en medio de un océano. Y es un gran océano. Es un océano muy grande. Y estamos haciendo un trabajo realmente genial”, continuó.
Su gobierno ya estaba bajo fuego. Anteayer, y durante todo el fin de semana, Trump abrumó a los medios con más de una docena de críticas en Twitter a las protestas de los atletas que se arrodillan durante el himno antes de un juego. El primer mensaje sobre la devastación en Puerto Rico llegó, recién, anteanoche, cinco días después del golpe de María. Trump reconoció el desastre, pero culpó a la “infraestructura quebrada”, la “deuda masiva” y la “antigua red eléctrica” por la magnitud de la crisis.
Unas horas antes, el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, había agradecido la asistencia federal, pero había advertido que existía el riesgo de una “crisis humanitaria”. Lo mismo hizo la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz. Demócratas y republicanos en Washington también urgían una respuesta más enérgica de la Casa Blanca.
La escasa atención de Trump hasta ayer a la crisis suscitó críticas. Una de las más ácidas fue de la congresista demócrata Nydia Velázquez, puertorriqueña y radicada en Nueva York. Velázquez, que ya viajó a la isla y vio la devastación con sus propios ojos, dijo que María “podía ser el Katrina de Trump” y puso en duda que el presidente entendiera la gravedad de la crisis.
“Mi preocupación es, basándome en el comportamiento de nuestro comandante en jefe y los tuits que publicó, que no entiende la gravedad de la crisis en Puerto Rico”, dijo ayer Velázquez, antes de que Trump anunciara su viaje. “Esto está evolucionando, y algunas personas están diciendo que ya es una crisis humanitaria”, agregó.
Marco Rubio, senador republicano por Florida, que también viajó a Puerto Rico, urgió a restablecer la electricidad lo más rápido posible. “Estoy preocupado por el sufrimiento humano y la posible pérdida de vidas si la ayuda no llega a los lugares que la necesitan para alcanzar lo suficientemente rápido”, señaló.
Otros republicanos en el Congreso estaban aún montados en una cruzada infructuosa: intentar reunir el apoyo de suficientes senadores para aprobar la última versión de Trumpcare. Fue su último fracaso. Ahora, intentarán pasar una reforma impositiva.
Trump abandonó esa promesa de campaña y optó por abocar su poder de fuego mediático a su guerra cultural contra jugadores y dueños de los equipos de la Liga de Fútbol Americano (NFL, según sus siglas en inglés), una ofensiva a la cual le dedicó especial atención durante los últimos cuatro días en Twitter, su canal predilecto. La televisión le dedicó horas al debate.
“Los ratings para el fútbol de la NFL están muy abajo excepto antes de que empiece el juego, ¡cuando la gente sintoniza para ver si nuestro país será respetado o no!”, tuiteó Trump, ayer, a las 6.28 (hora local). Fue su primer mensaje del día.
Ya para ese entonces la insistencia de Trump por mantener viva la guerra cultural por el himno y la bandera había desatado reacciones cargadas de exasperación. “Presidente, cierre su maldita boca sobre la NFL. Haga algo por nuestra gente en Puerto Rico. También somos ciudadanos norteamericanos”, se despachó anteanoche en las redes el cantante Marc Anthony, ícono de Puerto Rico y la salsa. (La Nación)