Murió el ex juez federal Norberto Oyarbide

Según Publica Clarín El ex magistrado padeció coronavirus. Asumió con Carlos Menem y renunció en 2016, cuestionado por su investigación a los Kirchner.

Por: Daniel Seifert

El ex juez Norberto Oyarbide murió este miércoles. Había estado internado por coronavirus. Pasó sus últimos días en el Instituto del Diagnóstico y había sido intubado por las complicaciones de su salud.

Con intermitencias, había padecido internaciones por las consecuencias del covid durante los últimos dos meses.

Polémico y extravagante, el ex magistrado federal, donde estuvo al frente de un tribunal durante 22 años: había llegado a Comodoro Py en el mandato de Carlos Saúl Menem y renunció en 2016, ante Mauricio Macri, luego de que avanzara en el Consejo de la Magistratura un juicio político en su contra por su actuación en la causa que investigaba el enriquecimiento ilícito de Néstor y Cristina Kirchner.

Sus últimas apariciones públicas, ya retirado, lo vincularon a su debut radial como columnista de Coco Sily en Radio 10.

Nacido en Villa Elisa, en Entre Ríos, era devoto de la Virgen del Milagro, a la que solía visitar con su madre. Oyarbide fue un símbolo de una justicia que se determinó en la afamada y mítica servilleta de Carlos Corach, que mencionara Domingo Felipe Cavallo.

Símbolo menemista que se adaptó a la era K

De alto perfil, declaraciones y fallos polémicos, se codeó con el jet set y con la política con un estilo propio. Salió del clóset a la plenitud de una vida gay, ya en su avanzada adultez, tras la muerte de su madre y blanqueó su relación con Claudio Blanco, un ex árbitro de básquet, ahora interlocutor del seleccionado gay de fútbol, ante la AFA de Claudio “Chiqui” Tapia.

​Tanto Oyarbide como aquella pareja fueron investigados por su crecimiento patrimonial, nunca del todo esclarecido.

Acusado de tener vínculo non sancto con la Policía Federal, la controversia le estalló con videos en lo que se conoció como el escándalo de Spartacus, un sauna en el que el juez fue filmado.

El otro gran bochorno que impactó en su imagen fue por un anillo. Aquel objeto de lujo del que se ufanó y que, como un búmeran, lo llevó a ser investigado por enriquecimiento ilícito: era una pieza difícil de justificar en el patrimonio de un funcionario público.

Amante de las burbujas del champagne, habitué de almuerzo eternos en Puerto Madero, de viajes por el mundo -como unas polémicas vacaciones en Punta Cana con su pareja que lo llevaron a ser tapa de revistas-, de vestir como si viviera en una gala constante. Oyarbide fue la imagen gráfica del poder durante la fiesta menemista que logró sobrevivir y adaptarse a los códigos de la década K.

Sus fiestas de cumpleaños en que el poder y la farándula se mezclaban entre burbujas y toallas en saunas como el mítico Colmegna o en piscinas exclusivas de los hoteles top marcaron la agenda que entremezcló y borró los límites entre lo público y lo privado en los últimos años. Las fotogalerías de aquellos encuentros pantagruélicos definieron épocas.

Oyarbide tomó relevancia pública con causas calientes como la investigación contra Menem por una cuenta en Suiza y el enriquecimiento ilícito de Armando Gostanián.

En el 2000 generó controversia su fallo para revocarle la prisión domiciliaria al dictador Jorge Rafael Videla.

Ya con el kirchnerismo -y siempre como una cara de un poder permanente- sobreseyó con gran polémica a Néstor Kirchner y a su esposa entonces Presidenta, investigados por el crecimiento exponencial de sus patrimonios. También fue quien investigó la causa de la Mafia de los Medicamentos que terminó con el expope sindical Juan José Zanola preso.

Marca a fuego

La causa del enriquecimiento de los K lo marcó a fuego. Y también lo expuso: presunto investigador y también investigado, tras la declaración como arrepentido del excontador de la familia Kirchner, Víctor Manzanares, en la causa de los Cuadernos de la coimas quien lo involucró: expuso negociaciones -años después de sucedidas- para darle cierre al proceso que hurgaba en el patrimonio de dos presidentes.

Oyarbide entonces dejó una de sus frases más representativas: cuando dijo haber determinado el cierre de aquella causa porque “lo apretaban del cogote” desde el poder de turno, algo que luego intentó minimizar hasta el olvido.

También con Macri movió los hilos del poder con una investigación de presuntas escuchas telefónicas ilegales que apuntaron a dirigentes políticos y familiares del expresidente, que fue sobreseído en 2015. Oyarbide lo había procesado.

Ambivalente con la fama, su señoría solía atender a periodistas y movileros en la puerta de su departamento en Recoleta y terminar los conversaciones con salidas de divismo hacia el auto oficial con chofer y un frondoso staff de seguridad que lo seguía a todos lados.

Antes y después del despoder, Oyarbide bailó. Con amigos sindicalistas de los taxis, con la Mona Jiménez al ritmo del “tunga-tunga”, en la televisión con Georgina Barbarossa y Victoria Onetto, actriz hoy funcionaria que aquél día llegó a las lágrimas.

Su nombre fue un deseo esquivo para que participara de los realities de los shows de Marcelo Tinelli. El exjuez coqueteó con la idea -y con los productores del ciclo- pero nunca concretó.

Tal vez como un recurso para blanquear su imagen -corrompida y dañada, como la de la Justicia que dijo representar- Oyarbide también lloró. En televisión, contando sus penurias personales limitadas por la presencia omnipresente de una madre religiosa. Y hasta actuó, en sketchs de programas como Polémica en el Bar, para reírse de sí mismo, aunque nunca del todo.

Oyarbide también cantó. Cuarteto y alguna que otra canción melódica. Pero es probable que muchos de los secretos del poder se hayan ido con él. (Clarín)

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