En su pelea con Alberto Fernández, Máximo Kirchner suma tensión y desconfianzas en el bloque oficialista

Se realiza un acto en la Plaza de Mayo en el marco del aniversario número 46 del último golpe de Estado - Foto: NA

Según publica La Nación Sus compañeros de bancada recelan de sus movimientos; algunos sospechan de su relación con Massa; el rol de Germán Martínez y su intento por ganar liderazgo interno.

Por: Laura Serra

La decidida e indisimulada cruzada que Máximo Kirchner emprendió contra la gestión económica de Alberto Fernández desató un estado de convulsión interna en el bloque que comparte con sus compañeros del Frente de Todos. Los paladines de Fernández lo aborrecen; los kirchneristas que no militan en La Cámpora lo toleran, aunque ya no aplauden sus métodos disruptivos; y los diputados del interior, que representan a sus gobernadores, le desconfían. Por ahora todos se resignan a convivir bajo el mismo techo, decididos a mantenerse unidos, pero la tensión se respira en el aire.

El jefe del bloque oficialista, Germán Martínez, tiene por delante la titánica tarea de preservar la unidad de la bancada de la crisis política que, en la cúspide del poder, enfrenta a Fernández y Cristina Kirchner. Sus compañeros valoran su vocación de diálogo y contención –una cualidad que, coinciden, no tenía Máximo Kirchner cuando conducía el bloque–, pero no todos confían en que podrá lidiar con semejante turbulencia. Los más críticos sostienen que Martínez no es más que un subordinado de los verdaderos mandamases de la Cámara baja: Sergio Massa y el primogénito de la vicepresidenta. Martínez, si bien admite no tener su volumen político, ostenta un título que ni Massa ni Kirchner tienen: ser el depositario de toda la confianza del Presidente.

El bloque de diputados oficialistas, con sus 118 miembros, es una postal en miniatura de las distintas tribus que orbitan en el Frente de Todos. Allí conviven diputados de La Cámpora, del Movimiento Evita, del “albertismo”, del kirchnerismo no camporista, del Frente Renovador y del PJ ortodoxo. En la última sesión, cuando se debatió el acuerdo con el FMI, la ruptura quedó expuesta: 28 diputados que responden a Máximo Kirchner votaron en contra; otros 13 se abstuvieron. En la vereda contraria, 77 diputados votaron a favor.

“Nunca esperábamos que Máximo y su gente votaran en contra; a lo sumo, que se iban a abstener. Mantuvo en secreto su jugada hasta el momento de la votación. En la reunión del bloque, previa a la sesión, no dijo una palabra. Especuló hasta el final para clavarle un puñal a Alberto”, despotricó uno de los legisladores más cercanos al Presidente.

Suspicaces, los detractores de Máximo Kirchner están convencidos que, pese a haber renunciado a la conducción del bloque, aún maneja los hilos de la bancada en tándem con Massa. Prueba de ello, alegan, es la continuidad de Paula Penacca –una de las exponentes de La Cámpora– y de Cecilia Moreau –massista de la primera hora– como secretarias parlamentarias, dos cargos estratégicos de la bancada. Martínez no las relevó. Además, apuntan, Rodrigo “Rodra” Rodríguez –otro cuadro de La Cámpora–, mantiene las riendas del manejo presupuestario de la Cámara mientras que su hermano, Eloy, fue asignado al bloque.

“La alianza entre Máximo y Sergio está más firme que nunca; Massa se prepara para ser el relevo de Alberto con la venia de Cristina y de su hijo. Por eso ninguno de los dos mueven un dedo por los proyectos que están demorados y que necesita la Casa Rosada para poner en marcha la economía. Si Massa se esforzó por conseguir los votos para aprobar el acuerdo con el FMI es porque a él le interesaba la ley para responder a los intereses empresarios que representa. No lo hizo por Alberto ni por el Gobierno; Massa juega estratégicamente para él mismo”, advierten en el “albertismo” más cerril.

Las voces menos radicalizadas admiten que los recelos, en un contexto de fuerte crisis interna, despiertan todo tipo de fantasmas, aunque la mayoría son infundados, sostienen. “Sergio no boicotea la gestión de Alberto, al contrario: me consta que se rompió el lomo para sacar el acuerdo con el FMI. Alberto quedó muy contento; obviamente sabe que Massa es muy crítico de la gestión, sobre todo de la de (Martín) Guzmán. Le desconfía, pero esta vez le jugó bien”, enfatiza un hombre que conoce el paño legislativo como pocos.

Martínez es consciente que aún debe recorrer un camino para ganar autoridad dentro de la bancada tras la partida de Máximo Kirchner. Fiel discípulo de su comprovinciano Agustín Rossi, quien ostenta el título de ser quien más tiempo permaneció como jefe de bloque –de 2005 a 2013 y, luego, de 2017 a 2020-, el santafesino sabe que, como su mentor, sufrirá todo tipo de zancadillas y de maledicencias hasta imponer su liderazgo. Rossi, su más fiel consejero y devenido en uno de los hombres de confianza del Presidente, lo asesora en ese tránsito desde una oficina cercana al Congreso.

El jefe del bloque oficialista medita sus próximos pasos. La instrucción que recibió de Fernández cuando recibió las riendas del bloque fue clara: preservar como sea la unidad del bloque en la Cámara baja pese a los conatos de rebeldía de Máximo. Como primera decisión, Martínez confirmó a su lado a la dupla Penacca-Moreau; no quiso sumar más ingredientes a la discordia. Estrechó filas con Massa y no descuidó su relación con Máximo, con quien mantiene trato fluido.

Su siguiente desafío será asegurar el dominio oficialista de las comisiones más importantes del cuerpo; apartó a Penacca de la tarea y asumió él mismo las negociaciones con la oposición. Si supera esta valla, deberá luego sortear otra más difícil: repartir los espacios de poder, siempre escasos cuando se es minoría, entre las distintas tribus que componen la bancada.

No será sencillo saciarles la avidez a todos, pero Martínez pergeña un plan. Propondrá un nuevo esquema de conducción de bloque, a la que Máximo imprimió un neto perfil metropolitano. Imagina el armado de una mesa ampliada y federal con la representación de las distintas corrientes internas de la coalición oficialista. Una estructura más abierta y participativa para contener a todos, será la premisa. ¿Una estrategia para, también, licuar el poder de Máximo y de Massa dentro del bloque? Las mentes más suspicaces no dejan de agitar fantasmas. (La Nación)

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