Mientras no se auditen los fondos de campaña, la justicia no deje de ser cómplice y la gente adhiera al pobrismo, nuestro país va a estar condenado al fracaso

(Por: Rubén Lasagno) – Lo que ocurrió el domingo es inédito en el país. Cualquier atisbo de economía tambaleante, históricamente, era el epicentro desde el cual sonaba fuerte el cambio de cualquier gobierno fallido en temas de sustancial interés para el colectivo popular: la inflación, la pobreza y luego la inseguridad más otros temas de menor orden en la agenda pública de los votantes.

Por cuestiones económicas (y políticas, obviamente) cayó Alfonsín, Menem se tuvo que ir en el segundo mandato, De La Rúa estuvo pocos meses, Cristina en el 2015 perdió el terreno que supo sostener su marido entre el 2003 al 2010; en el 2011 ella ganó favorecida por el “voto emotivo”, luego Mauricio Macri con un dólar de 60 pesos, un endeudamiento de 45 mil millones de dólares, un 35% de pobreza y una inflación mensual del 3,5% fue eyectado en las urnas en el año 2019 y llegaron quienes el domingo revalidaron medallas.

Esta vez, con el dólar sin techo y subiendo por encima de los 1.010 pesos, aumentos tarifarios todos los días, inflación del 150%, pobreza del 50%, Argentina fuera del mundo, inseguridad histórica, país endeudado por Alberto, Cristina y Massa en más de 100 mil millones de dólares (entre otros muchos dislates), los votos del domingo se repartieron 37% para el ministro-candidato, 31% para el díscolo MIlei y 26% para Juntos por el Cambio. Esa matriz que describimos en el párrafo anterior, que se molestaba por la economía, la pobreza y la inflación, desapareció.

Es decir que, no anida en esta generación de argentinos, la voluntad por cambiar el status quo. Se ha dado una paradoja histórica, cuando peor estamos la ciudadanía elige a los verdugos. ¿Hay seguridad de que los otros candidatos sean el cambio?, obviamente que no, pero a la vista tenemos lo malo que son quienes nos gobiernan; y aún así reincidimos.

Una frase dice “Si los dinosaurios fueran argentinos y votaran, lo harían por el meteorito”. Y el domingo los argentinos votaron por el meteorito. Por el mismo gobierno que nos está hundiendo en una crisis sin precedente en la que está sumida una sociedad demandante de atención y estabilidad, pero vota en sentido contrario.

¿Tiene alguna explicación racional?. Si, el candidato del gobierno utilizó todos los recursos del Estado, no nos referimos solo a móviles, aviones e infraestructura, sino fondos, planes, medidas económicas tomadas para incentivar el voto a su favor, endulzó con fondos públicos los bolsillos de los asalariados que más ganan (petroleros, camioneros, gastronómicos, judiciales, etc) moviendo el máximo de Ganancias y regó el “plan platita” por todos los rincones del país y especialmente en el conurbano donde Kicillof se aseguró el triunfo. En medio de la crisis, la carestía y la pobreza generalizada, el sistema de cooptación del voto, funciona aceitadamente. Maquiavelo en su máxima expresión.

Es decir, el propio gobierno utilizó la maquinaria estatal, los recursos, el dinero y los medios para potenciar un candidato. ¿Es lícito, es justo?. No, pero en Argentina no hay justicia y por lo tanto, cualquier cosa puede pasar y se puede hacer, sin consecuencias. 

En cualquier país medianamente normal, la gente se hubiera escandalizado, el candidato sería expulsado, impedido de participar, la campaña judicializada y el gobierno estaría en peligro de extinción. En Argentina no sucede nada porque seguimos votando a los meteoritos y el pobrismo desencadenado por los responsables absolutos de esta absurda realidad, es una herramienta, es un fin y allí se “funda el éxito” de Sergio Massa y el fracaso del pueblo argentino. (Agencia OPI Santa Cruz)