La posibilidad de que el próximo papa elija llamarse Juan XXIV volvió a resonar en el Vaticano luego de un comentario informal del papa Francisco. Fue el 4 de septiembre de 2023 cuando, en diálogo con periodistas, Jorge Bergoglio respondió a una consulta sobre una eventual visita apostólica a Vietnam con una frase que despertó especulaciones: “Si no voy yo, seguramente irá Juan XXIV”. Desde entonces, en ámbitos eclesiásticos y entre observadores del Vaticano, surgió la duda sobre si ese será el nombre que adoptará el sucesor de Francisco.
El medio oficial Vatican News, a través de un artículo firmado por Amadeo Lomonaco, retomó esa expresión del pontífice argentino y recordó la carga simbólica del nombre papal. La elección del nombre que cada papa adopta tras su elección no solo es una costumbre, sino un acto con fuerte contenido simbólico y espiritual. Según la tradición, fue Jesús quien cambió el nombre del apóstol Simón por el de Pedro, marcando el inicio de una práctica que se mantendría a lo largo de los siglos.
Una vez que un cardenal es elegido como Sumo Pontífice, dos preguntas canónicas anteceden a la elección del nombre: “¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?” y “¿Cómo queréis que os llamen?”. Luego del “sí“, llega el momento en que el cardenal designado pronuncia el nombre que usará como pontífice, y es entonces cuando se escucha desde el balcón de San Pedro la fórmula en latín: “Nuntio vobis gaudium magnum: habemus papam!… qui sibi imposuit nomen…” (“Les anuncio una gran alegría: ¡tenemos papa!… que se ha dado a sí mismo el nombre…”).
El nombre papal funciona como una especie de partida de nacimiento espiritual para el pontífice, una decisión personal que refleja la visión o legado que desea continuar. En la historia reciente, nombres como Juan Pablo, Benedicto o Francisco marcaron etapas significativas para la Iglesia Católica. La estadística vaticana señala que los nombres más utilizados han sido Pío, Gregorio, Juan, Benedicto, Inocencio, León y Clemente. Sin embargo, otros como José, Santiago, Andrés y Lucas también han sido elegidos, aunque con menos frecuencia. Hasta hoy, ningún papa se ha autodenominado Pedro II, en señal de respeto al apóstol Pedro, considerado el primer papa.
El eventual uso del nombre Juan XXIV tendría además una fuerte carga simbólica, retomando la figura del recordado Juan XXIII, canonizado por Francisco, y quien convocó el Concilio Vaticano II. La elección del nombre podría dar una pista del enfoque pastoral y eclesial que tendría el próximo pontificado, aunque su definición dependerá exclusivamente del elegido en el cónclave. (Agencia OPI Santa Cruz)