(Por: Rubén Lasagno) – Venimos de la última semana con 72 horas de paro docente; desde hoy lunes la ADOSAC plantó otras 48 horas amenazando con profundizar las medidas si el gobierno no arregla los salarios y acondiciona las escuelas. El gobierno, rechaza el pedido de los docentes, sostiene que son los que más ganan a nivel nacional y en razón de ello niega cualquier tipo de recomposición a los sueldos del sector.
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En los juegos de estrategias, la dinámica del conflicto que se intensifica progresivamente con la reacción alternativa de los componentes integrados a esa escalada, se denomina “espiral del conflicto” y el gobierno provincial y la ADOSAC parecen alimentar este peligroso concepto de irracionalidad donde ambos están inmerso, olvidándose de lo más importante: los niños.
Por un lado, el gobierno incumple todas las promesas que hizo en campaña el gobernador Vidal; es decir mintió. Por el otro, ADOSAC tiene una conducción bastante radicalizada en la izquierda, a la cual no le gusta hablar si no le dan la razón. En el fondo podríamos decir que ambos tienen una parte de la verdad, pero no toda la razón.
Ante este cuadro de situación hay un actor marginal del interés de ambos: los alumnos. El gremio tiene razón cuando pide por salarios justos y el gobierno quizás (no estamos seguros en ese aspecto) haga los esfuerzos por lograr una solución negociada y sostiene que la masa salarial docente es muy grande e impacta en la economía y tal vez tenga razón. Sin embargo, ni uno ni otro piensan en los niños, aún cuando digan que, precisamente, lo hacen por ellos.
No lo digo yo, lo dicen psicopedagogos, psicólogos y cientos de libros escritos sobre los dos aspectos fundamentales en el crecimiento saludable de un niño: la alimentación y la Educación, entendida esta última, no solo como el proceso de aprendizaje, sino una serie de elementos constitutivos de ese proceso socio-cultural tan necesario para un niño, así como lo es su familia.

Los niños que no van a clase pierden el interés por aprender, sufren un proceso de “desocialización” y eso que amaban de la escuela, su contacto con los compañeros, los maestros y el ecosistema escolar, termina siendo rechazado por ellos que crecen en una atmósfera de desinterés y particular desarmonía y desorden, generados, precisamente, por aquellos que deben resolver sus problemas, no crearlos.
No vamos a ocuparnos acá de resaltar los problemas que le acarrean a las familias, en gran parte de escasos recursos, que con muchos esfuerzo y dinero deben movilizarse decenas de cuadras, en la mayoría de los casos a pie, llegan a la escuela y por una razón u otra (paros docentes, de auxiliares o falta de servicios, agua, gas o maestros) sus hijos no tienen clases.
La conclusión a esta realidad que enfrentamos en Santa Cruz con la educación de los chicos, es que a nadie (excepto a los padres) les importan los niños. El gobernador que en campaña se rasgaba las vestiduras por los días sin clases durante el gobierno de Alicia Kirchner y prometía no desviar fondos y comprometerlos para elevar el salario docente, es lo que menos piensa hacer y está en el lugar más cómodo que es decir que la culpa es del gremio; mientras la ADOSAC que cambió de conducción por gente con otro criterio de negociación, asume desde el principio que es el gobierno el que no quiere dar el brazo a torcer y en esa naturalización de “la cinchada” donde ambos tiran de las dos puntas de una larga cuerda, cuando esa cuerda se corte, en el piso quedarán los niños con saberes postergados, renuentes a volver al colegio, sin la escolarización completa e ignorando que los han vuelto unos ignorantes, precisamente, son aquellos que en campaña (política y gremial) dicen y pontifican que esperan llegar para salvarlos. (Agencia OPI Santa Cruz)