Alerta ambiental: hallan químicos eternos en aguas antárticas

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La confirmación científica de que la contaminación industrial global ha vulnerado la última barrera natural del planeta enciende las alarmas en el Atlántico Sur. Dos centros dependientes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) y el Instituto de Ciencias del Mar (ICM), documentaron la presencia de ácidos perfluoroalquilados (PFAS) en las aguas oceánicas circundantes a la Antártida. Este hallazgo ratifica que estos compuestos sintéticos, conocidos técnicamente como “químicos eternos” por su nula degradación, han logrado penetrar la red trófica en latitudes extremas.

El estudio expone una realidad incómoda para la gestión ambiental de los territorios australes: la distancia geográfica ya no garantiza la inmunidad frente a los desechos industriales. Los investigadores detallaron que los PFAS, sustancias omnipresentes en la manufactura de textiles, espumas ignífugas, envases y cosméticos, se han desplazado miles de kilómetros a través de la atmósfera y las corrientes marinas hasta depositarse en el Océano Austral. “Los niveles detectados son bajos, pero muestran una señal clara de bioacumulación en la red trófica marina“, advierte el informe, señalando un proceso irreversible de contaminación en organismos que, hasta ahora, se consideraban a salvo de la influencia antropogénica directa.

La relevancia de este descubrimiento impacta de lleno en la geopolítica ambiental de Tierra del Fuego. La provincia, que se posiciona discursivamente como garante de la biodiversidad y puerta de entrada a la Antártida, forma parte integral del ecosistema subantártico ahora comprometido. El informe subraya explícitamente que la situación representa una amenaza latente para las especies de zonas frías, advirtiendo que la tendencia de concentración de estos tóxicos es creciente. Esto plantea un desafío inmediato para las políticas de monitoreo locales: la fauna marina que transita entre el Canal Beagle y el Pasaje de Drake podría estar ya expuesta a esta bioacumulación silenciosa.

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Desde el CSIC fueron contundentes al interpretar los datos: “La Antártida se considera un indicador de la salud del planeta. Si los contaminantes han llegado allí, es señal de que están en todas partes“. La investigación pone en evidencia la insuficiencia de las barreras actuales y clama por una cooperación internacional más estricta. Para Tierra del Fuego, cuya economía y prestigio científico están atados a la pureza de sus aguas y su cercanía al continente blanco, este informe no es solo un dato científico, sino una advertencia sobre la vulnerabilidad de sus recursos naturales ante una contaminación global que no reconoce fronteras marítimas. (Agencia OPI Tierra del Fuego)

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