Comprar un auto importado es una odisea que solo emprenden los perseverantes

Según publica La Nación A pesar de que en algunas concesionarias siguen prometiendo que las entregas serán en tiempo y forma, la realidad indica que hay trabas para que los vehículos puedan llegar del exterior.

Por: Diego Dumont

Hay una vieja y divertida película de Arnold Schwarzenegger, llamada “El regalo prometido”, donde un papá pasa por las situaciones más inesperadas para tratar de conseguir obsesivamente a “Turbo Man”, un juguete para su hijo. Es para Navidad y muy difícil de encontrar. La película transcurre entre promesas, corridas maratónicas y disputas en busca del bien que todos quieren y nadie consigue. Cualquier similitud con la realidad no es coincidencia.

Hace un año y seis meses el despachante de aduana Juan (que es un nombre de ficción) pisaba una concesionaria reconocida de su ciudad para cambiar el auto. En realidad es un modelo que se fabrica en Brasil lo que quiere. La respuesta del vendedor fue “como son importadas, sólo se venden por plan de ahorro. De todas formas tenés entrega asegurada a los 90 días, pagando un 25% del valor en dos meses”.

No es lo que Juan quería pero accedió sabiendo que lo que le prometían no dependía en realidad de la concesionaria, y sabiendo también lo que podía pasar (y finalmente pasó). Por supuesto, lo único que se cumplió es que hizo el depósito. Intentó una baja del plan a los cinco meses y la respuesta fue que todo lo pagado hasta ese momento se devolvería recién al final del plan. Por supuesto podría haber recurrido a Defensa del Consumidor, con los papeles que claramente lo amparaban, pero era para Juan una pérdida de tiempo y energía y prefirió esperar.

Al poco tiempo lo llamó uno de los gerentes para decirle que le podían dar la camioneta pagándola de contado (¡que es lo que Juan quiso hacer desde el inicio!) pero había gato encerrado: el sobreprecio. La viveza criolla siempre. En noviembre del año pasado, se cumplió un año del plan y Juan quedó habilitado a licitar con la promesa de recibir la unidad en tres meses. Por supuesto, hace dos semanas recibió una comunicación de la empresa diciendo que por razones ajenas, vinculadas a las dificultades para importar de la marca, no hay novedades.

Esto que se describe es el calvario de miles de argentinos con una receta simple de tres ingredientes: una concesionaria que vende lo que no tiene, un consumidor obstinado empecinado, como Juan, con un auto puntual, y por último, un país poco amigable con las importaciones.

Ilustremos la situación del mercado con números. Según el informe anual de la Asociación de Fábricas de Automotores -ADEFA-, en 2021 se produjeron en la Argentina 434.753 unidades (+69%) entre autos y comerciales livianos. Además, se exportaron 259.287 (+89%) y se importaron 145.400 (-10%).

Vale aclarar que la recuperación de los niveles de producción y exportaciones fueron incluso superiores a los valores prepandemia, y que para las importaciones se empeoró la situación. Un cálculo rápido nos permite decir que se patentaron en el mercado nacional unas 320.000 unidades: 55% nacionales y 45% importadas.

De los autos importados, históricamente cerca del 90% proviene de la llamada intrazona (Brasil) con la ventaja de no tributar ni tasa estadística (3%), ni el máximo permitido por OMC de derechos de importación con que se grava en Argentina a los autos (35%). El diminuto resto, es decir extrazona, se divide principalmente entre México y países de Asia.

Si se quiere comprar un auto nacional, la disponibilidad es muy alta, porque incluso hay excedente exportable. A pesar de que muchas de las partes y piezas son importadas, hay cierta laxitud (ojo, no es el paraíso) para permitir su ingreso. Pero si la unidad que se está queriendo comprar es importada, es como conseguir al “Turbo Man” de la película. Las concesionarias atraviesan un duro momento para conseguirla, y los consumidores se alborotan.

Hay dos problemas que enfrenta una marca para ingresar un auto al país. Primero, y dejando de lado explicaciones teóricas, las licencias -dependiendo de la posición arancelaria donde se ubica una mercadería- se dividen en las Automáticas (que salen siempre como el Quini 6) y las No Automáticas (lo contrario, y las que tienen los autos importados). Una licencia es información que el Estado tiene derecho a solicitar según el Acuerdo de Licencias de OMC (incorporado a nuestra legislación por Ley 24.495/94).

Las Automáticas deben ser aprobadas dentro de los 10 días hábiles y las No Automáticas dentro de un máximo de 60 días corridos. Pero el Ministerio de Desarrollo Productivo baja el pulgar a menudo y sólo posibilita la importación a cuenta gotas. Esto no es legal, y ya nos ha valido denuncias en OMC y represalias en el pasado (algo que puede volver a ocurrir).

Segundo, las concesionarias se encuentran ante una odisea para pagar al exterior debido al complejo y cambiante entramado de la normativa del BCRA. Dentro de un montón de requisitos, lo más determinante es el insuficiente cupo que se otorga a las empresas para poder pagar sus importaciones con antelación a que sean embarcadas. Encima, ante un país que vive crónicamente al borde del default, son pocos los proveedores que nos dan cuenta corriente.

Cada jueves, los importadores temen que las reuniones del directorio del BCRA finalicen por la noche con nuevas y sofisticadas normas. Reina la inseguridad jurídica.

Estos días fueron noticia, porque ante la escasez de oferta, los modelos usados se venden por encima del precio de lista de los modelos nuevos (que son una foto en un catálogo). Se subraya la expresión “precio de lista”, porque nunca falta algún gerente que ofrezca una unidad con entrega inmediata a valores inflados.

Con este panorama, el consejo final es que sólo se embarque en un “Turbo Man”, es decir, un importado, si es testarudo como Juan, puede esperar sin apuros o está dispuesto a pagar más de lo que debería. (La Nación)

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