(Por: Rubén Lasagno) – La soberbia es definida como el sentimiento o actitud de superioridad y orgullo desmedido hacia los demás, llevando a una persona a considerarse por encima de otros, a menospreciar sus logros y a exigir admiración constante. Se manifiesta como altivez, arrogancia, vanidad y prepotencia y puede ocultar inseguridades o necesidades de compensación. Dicho esto, no hay duda que cuando ese defecto personal grave invade el comportamiento de un hombre público, la soberbia lo hundirá junto a todos sus errores, los cuales afloran como hongos, cuando empiezan a caerle las factura impagas que dejó en ese tránsito lento por el camino de un narcicismo incontrolable que lo lleva, indefectiblemente, a la debacle.
Dicho esto, podemos comparar tres ejemplos de soberbia pública que, más allá de las diferencias propias de cada actividad per se, recala en el aspecto actitudinal de sus principales conductores-responsables que tienen sobre sus hombros la representatividad de tres instituciones claves, dos deportivas que son los dos equipos de futbol más importantes, Boca y River y el gobierno nacional, el órgano rector, administrador y gestor de la organización política y social de los argentinos.
¿Qué une a estos tres ejemplos de grandeza y fracaso?, un denominador común de sus líderes: la soberbia y el narcicismo exacerbado que han cultivado en sus respectivos nichos de poder logrando pasar de la expectativa, la esperanza y la motivación pública que se tradujo en un apoyo prácticamente irrestricto de las hinchadas en el caso de Román Riquelme en Boca y Marcelo Gallardo en River y de la sociedad argentina en relación al Presidente Javier Milei, a la bronca, la apatía generalizada, la desazón por sus líderes y la sensación poco gratificante del socio y el votante, de que apostó mal y fue engañado.
Tres conductores sin registro
Boca Junior apostó a la memoria colectiva de aquel gran ídolo dentro de la cancha que fue Román Riquelme, que como dirigente llevó al club a perder un rumbo futbolístico definido, cambiando de técnico cada seis meses, generando inconsistencia deportiva, incertidumbre, perdiendo calidad, juego, prestigio y elevando el ánimo de inconformismo de la hinchada, debido a los malos resultados obtenidos que, incluso, amenazan extenderse en el año 2025 dejándolo a Boca fuera de toda competencia internacional.
Entonces, aquel ídolo indiscutible, comenzó a teñirse de dudas y afloraron sus inhabilidades. Los jugadores que cobran millonarios salarios para jugar a nada, son blanco de las tribunas y el margen de maniobra para Román Riquelme es cada vez menor y no se avizora ningún detalle que permita inferir que Boca Junior va a encontrar una salida deportiva e institucional a la encrucijada en la que lo ha metido la comisión directiva politizada, caprichosa y endogámica que administra sus recursos y destino.
River Plate, para revivir la épica del triunfo y la gloria, se deshizo de su anterior DT Martín Demichelis, quien lo clasificó para la Copa Libertadores y recurrió a encender la mística popular del DT más ganador de todos los tiempos, Marcelo Gallardo, que ya se había ido en caída libre en el último año y medio del equipo de la rivera al Al-Ittihad de la Saudi Pro League, de donde fue echado por falta de resultados. Y (a pesar de todo) River lo fue a buscar.
Nada hacía prever que Marcelo Gallardo pudiera hacer lo que no hizo el su época de gloria y triunfos, pero la hinchada se entusiasmó rememorando la grandeza que le trajo a River y la dirigencia del club se vio obligada a darle la llave del club.
Detenido en el tiempo Gallardo vivió un dejá vu y pretendió recrear la mística de aquel equipo que puso a River en lo más alto de la competencia y con la billetera ilimitada del club, convocó prácticamente a los mismos jugadores que le dieron la gloria, solo que con diez años más.
Con una inversión de más de 100 millones de dólares, la potestad para comprar, vender, hacer y deshacer desde los futbolístico, River lleva más de un año y medio sin ganar nada y cuando se escucha al periodismo funcional le extienden el crédito a Marcelo Gallardo diciendo que “sigue buscando el equipo”.
El DT ya no sabe qué decir en las conferencias de prensa luego de cada partido. Gallardo demostró ser un inhábil declarante cuando tiene que explicar las serias fallas que posee River y repite con latiguillos dialécticos y gestos de clara impotencia, siempre las mismas declaraciones obvias e insustanciales. Y la hinchada se está cansando, a pesar de la renovación de votos, su paciencia está llegando al límite de lo aconsejable.
Ambos, Riquelme y Gallardo sufren ahora las consecuencias de haber generado una esperanza ficticia que los muestran como esos líderes artificiales que construyeron sus vidas alrededor del relato de aquello que necesitaban los clubes pero no de lo que realmente podían hacer ellos en la práctica dirigencial y técnica, en la cual, sin duda, han fracasado.
A nivel político Javier Milei es otro fenómeno de masas, impulsado espontáneamente por una sociedad ávida de un cambio y apostando a las banderas que lo pusieron con el 56% de los votos en el cargo: la lucha contra la corrupción, el fin de la casta y la amenazante y atractiva frase “el que las hace, las paga”.
A un año y medio de su gestión los argentinos descubrimos corrupción por doquier, la casta sigue bien cuidada y activa en el propio gobierno nacional y en el caso de José Luis Espert, el que las hace no las paga sino que obtiene otra oportunidad.
Esos defectos comunes
La soberbia del presidente que según dice si la libertad no avanza el país atrasa, le impide ver que la gente pide a gritos un cambio y en vez de hacer cirugía mayor con su adlátere, lo confirma, puja por seguir adelante con su decisión y produce una hecatombe interna que detona su partido en construcción y la onda expansiva distancia a cualquier aliado que intente sobrevivir a semejante irracionalidad.
Pero esto no es un hecho aislado. La soberbia del presidente escaló a niveles extremos al punto de mostrar una falta toda de empatía y humanidad con la misma sociedad que lo votó, su ceguera le impide ver lo que realmente sucede. Ha perdido el apoyo popular de aquel voto independiente que creyó en su propuesta disruptiva pero lejos de la esquizofrenia que invade sus actos de incomprensible enfrentamiento y traición al pueblo y a sus propios aliados.
Estos tres casos, son el típico ejemplo de cuando el personaje se come al hombre, al funcionario o al dirigente.
La soberbia, la intolerancia, el narcicismo, la falta de empatía y la irracionalidad de los caprichos personales y la poca o escasa capacidad reflexiva y de cambio en los tiempos que corren, son defectos que le quitan a los líderes y referentes, sus pátinas y el maquillaje del cual están recubiertos, dejando aflorar al verdadero hombre y muchas veces, como sucede en todos los órdenes de la vida, cuando el personaje se desmorona, el hombre queda desnudo y no siempre nos gusta lo que vemos; pero mucho más nos da bronca haber confiado nuestro destino como hincha de futbol o como ciudadano, a quienes no son capaces de reconocer sus propias limitaciones y recurren a la indulgencia del ciudadano promedio, para sostener su mediocridad. (Agencia OPI Santa Cruz)
eeeee. QUE PASA CHACAL. ESTAS HOLIENDO ALGO , QUEEE, TU POLLO, , EL NARCOOOOOO????? . ESTAN HASTA HASTA LA PIJAAA. + IVA, + 3% DE LA COIMERA, CARINAAA———3%
Coincido son tres soberbios incontrolables que están haciendo mierda todo
LO DE BOCA Y RIVER TE LO TOMO LO DE MILEI ES MAS GRAVE ES PSICOANALÍTICO
El nefasto de Espert tuvo que renunciar porque a Milei le apretaron los juevos porque si era por el lo mantenia pero le fueron claro:: si lo mantenía lo dejaban solo
pedazo de sorete corrupto
Sin duda es asi::::::::::::::son tres ejemplos validos::::::: tres prepotentes y pavos