(Por: Rubén Lasagno) – Dentro de pocas horas un día como hoy 30 de diciembre pero de 2004, en el boliche bailable República de Cromañon ubicado en Bartolomé Mitre 3060/3070 el barrio de Once (Balvanera) se llevaba a cabo el último de los tres recitales del grupo Callejeros; todos conocemos en detalle lo que no fue una tragedia, fue una masacre. Allí 194 personas en su mayoría jóvenes, murieron por inhalación de gases tóxicos debido al incendio de telas sintéticas “media sombra” (más de 1.420 quedaron heridas), por efecto de las bengalas que prendieron en el interior del local habilitado para 1.200 personas y donde había más de 4.000.
Este 30 de diciembre se cumplen 20 años de la masacre y Anibal Ibarra, responsable político de aquella masacre producto de la corrupción política que encabezaba desde el Gobierno de la Ciudad, sin haber estado un día preso luego de ser destituido del cargo, juega a la política actual, critica a Milei, en el 2022 se mezcló en una boleta electoral y ahora sueña con volver a gobernar CABA; increíble. Solo en Argentina, donde la justicia tiene la venda corrida, se puede ocasionar tanto mal, tanto dolor y destrucción y volver a reincidir ninguneando la memoria colectiva.
Veinte años después de aquel desastre donde se combinó la corrupción, la ambición por el dinero, los malos hábitos sociales y la mirada displicente del Estado, el olor a quemado resurge de la puerta de escape, sellada, tapiada la cual, en realidad, fue una trampa mortal para chicos cuyas manos desesperadas por aferrarse a la vida, quedaron grabadas en las paredes de aquel antro y pegadas contra la puerta criminal que habían dejado trabada con candados y alambres.
Un bombero que integraba la brigada que intentaba derribar la puerta aquella fatídica noche, declaró que las manos, los brazos y las cabezas de los chicos, salían por la escasa abertura que habían logrado abrir con el empuje desde adentro, buscando aire, buscando vivir. Cuando los bomberos desde afuera lograron abrir la puerta trampa, había dos metros de cadáveres apilados detrás de esa maldita puerta, ubicada al final del pasillo que tenía un cartel luminoso que decía “Exit” y fue una trampa salvaje y premeditada.
Recordamos como si fuera hoy la ausencia total del Estado y sus funcionarios responsables, hasta en las simples declaraciones de condolencias de un presidente y su esposa que solo atinaron a viajar a El calafate para recibir el nuevo año, sin el menor atisbo de humanidad y empatía por los argentinos fallecidos, aunque su responsabilidad, en este caso, no era directa como lo fue en la Tragedia de 11 en el año 2012 cuando la entonces Presidente CFK (acá sí responsable principal a través de su gobierno), voló con el Tango 03 y se refugió en su lugar en el mundo, mientras más de 50 familias lloraban a sus muertos entre los hierros retorcidos.
Cromañón fue otra vergüenza nacional, donde los políticos, fiscales y jueces, no estuvieron a la altura. Alrededor de 35 o más personas fueron procesados, imputados de diversos delitos, incluyendo Omar Chabán, quien murió un par de años después y todos, absolutamente todos quedaron libres, en su mayoría por falta de responsabilidad directa o juzgados (simplemente) por estrago doloso.
Veinte años después y lo pude comprobar personalmente, el olor a quemado que emana del interior de aquel antro de muerte, tapiado, lúgubre y triste, le recuerda a quien pasa por Mitre 3060 en Once que allí ganó la muerte.
Las zapatillas de los chicos sobreviven al paso del tiempo, como remediando la vida que no pudieron vivir sus dueños. Los nombres de los fallecidos estampados en las puertas tapiadas, son la placa recordatoria de la gran tumba que se llama “Cromañon”, la trampa mortal que nadie advirtió y los que suponían que podría pasar, no se preocuparon por impedirlo.
Y Aníbal Ibarra, el mequetrefe a cargo del gobierno de la Ciudad, el que tenía en su staff de funcionarios, grupos de tareas que se dedicaban a recaudar dinero sucio no se sabe para quién, a cambio de hacer “la vista gorda” en la seguridad de este local bailable, vuelve a sacar la cabeza del barro y sin un poco de vergüenza ni recato, como si él hubiera sido una víctima, no un victimario, de aquellas 194 vidas esfumadas una noche de fin de año, en un lugar prohibido, soslayando las mínimas condiciones de seguridad, pretende reinsertarse en la comedia política argentina y ya intentó subirse al escenario para testear si la gente lo ha olvidado como lo que es: un asesino de jóvenes o si tiene alguna posibilidad de reingresar a la atmósfera política nacional, confiando que la memoria corta de los argentinos, le puede jugar en su favor para lograr su regreso tras su indigna salida de un cargo electivo como el de Jefe de Gobierno, el mismo del cual fue desplazado por inútil, corrupto y responsable de lo ocurrido aquella fatídica noche del 30 de diciembre del año 2004. (Agencia OPI Santa Cruz)
Una verguenza mas de esta argentina de mierda con hombres de mierda y una justicia de re mierda